PM STORIES: LA PRIMERA JOYA DE PAULA

PM STORIES: LA PRIMERA JOYA DE PAULA

Antes de que existiera Paula Mendoza Jewelry, antes de los collares monumentales, los aretes escultóricos y los anillos que funcionan como earcuffs, hubo una sola pieza. Una que nació de la curiosidad, la necesidad y sobre todo, de las manos inquietas de una joven Paula de 23 años.

La historia comienza en Bogotá, hace más de dos décadas. Nelly, su mamá, solía visitar constantemente misceláneas. Como toda buena madre de una artista en potencia, apoyaba los impulsos creativos de su hija sin medir consecuencias. Un día, una de esas visitas terminó con la compra de cantidades absurdas de lentejuelas, sí, esas mismas que hoy asociamos con brillo y carnavales, sin saber que serían la materia prima del primer experimento joyero de Paula.

Paula recuerda ese momento con humor, consciente de cuántas lentejuelas fueron necesarias para dar forma a esa pieza. Lo que siguió fue una especie de epifanía manual, sentada frente a una mesa, empezó a apilar lentejuelas una sobre otra hasta formar una estructura larga y brillante; así nació su primer collar, una cinta compuesta por cientos de pequeñas piezas apiladas y aros entrecruzados que, sin saberlo, marcaría la génesis de un estilo.

Con el tiempo, Paula descubriría que ese gesto, “el de apilar”, se convertiría en su sello. Lo que comenzó con lentejuelas pronto evolucionó en cadenas entrelazadas, estructuras y esferas que celebran la unión infinita; desde entonces, esa búsqueda de equilibrio y conexión ha guiado cada una de sus creaciones.

En ese entonces, la joyería no era un negocio, era un juego, una manera de ahorrar mientras estudiaba en la universidad, la forma de canalizar su creatividad, pero bastaron un par de veces usando su collar para que amigas y conocidas empezaran a pedirle uno igual. Lo que nació como un pasatiempo artesanal se convirtió, sin que ella lo supiera, en el primer capítulo de una historia que hoy resuena en el mundo.

Paula aún conserva ese espíritu, el de explorar con las manos, de transformar lo cotidiano en arte, de encontrar belleza donde nadie más la ve. Su primera joya no fue solo un collar, fue una promesa silenciosa. Una señal de que lo que estaba por venir sería, inevitablemente, monumental.